Prólogo – Espiga de papel 10
Un sueño, una sonrisa, una emoción; para mí eso es lo que dejamos los que tratamos que nuestras palabras sean grabadas en las hojas de un libro. Pero ¿qué hace a ese escrito diferente de todos los demás? ¿De los 10, 100 o más ejemplares que de él se imprimieron?
En esta edición nos piden escribir acerca de las cosas que podemos encontrar en un libro que haya pertenecido a alguien más.
Cosas que nos permiten soñar con historias, darles vida a esos pequeños objetos que sirven para hacer de ese libro un ejemplar único, inconfundible. Pensar en la historia de una flor marchita, una frase dedicada con palabras de ánimo, de desaliento, quizás de dolor; la mancha de agua que bien puede ser una lágrima a la mitad de una palabra, o quizás un poco de café derramado; un poema enmarcado con corazones, o quizás tachado con despecho; una hoja arrancada tal vez con dolor o con rabia…
Tantas son las cosas que podemos encontrar, quizás olvidadas, quizás dejadas deliberadamente por algún motivo en específico, y ese es el motivo que nos queda imaginar. Y en este numero 10 de Espiga de papel es la tarea darle historia a ese objeto.
Y haciendo la analogía de un libro con la vida: yo me encontré entre sus páginas una espiga de papel que me ha ayudado a extender mis alas y que hoy nos invita a todos a soñar.
Ramón López Morales.
Aquí dejo el relato junto a el dibujo a mayor detalle:
MARIPOSA
Una noche muy tranquila salí a caminar. No tenia rumbo fijo pero, como otras veces, mis pasos me llevaron al parque cercano. La media noche se acercaba cuando una banca de metal me invitó a descansar un poco. Sentado ahí aspiré el aire fresco que emanaban los arboles. Cerré los ojos y ya no pensé más. Pasaron algunos minutos hasta que, como si se tratara de una luz tenue, un objeto a un lado mío llamó mi atención: era un libro. Era curioso que antes no notara su presencia. Lo miré fijamente por un rato y al fin lo tomé. Pude ver que, aunque era un ejemplar reciente, estaba algo avejentado, quizás por el uso. Lo hojeé rápidamente, como si jugara con él, y de sus hojas me pareció ver que volaba una mariposa que suavemente se posó a un lado mío. Pero después de la sorpresa observé que sólo era un ala la que dormía junto a mí, un ala brillante y colorida. Miré el libro, en el lugar de donde despegó aquella fantasía, y bajo la luz artificial de la lámpara, hallé impresa en una hoja el contorno de la colorida ala. Abría exacto en medio de un poema y en él, en los últimos párrafos, noté manchas redondas, difusas; parecían gotas de agua, lágrimas que siempre terminaban en el mismo lugar:
Llora, mi niña, llora,
que al llorar despejamos el sentimiento,
que de dolor pasa sólo a ser recuerdo,
y poco a poco creemos que aquello,
fue tan sólo un mal sueño.
Pero déjame decirte, pequeña,
que aunque sólo sea un recuerdo,
el calor de aquel otoño
siempre, siempre lo llevaras dentro.....
Descansé el libro en mis piernas, recargué la cabeza hacia atrás y el alma se me llenó de nostalgia. Recordé tantas cosas y no pude evitar lanzar un suspiro muy profundo. Pero un ligero viento me trajo de nuevo al presente al tiempo que lograba que aquel trocito de mariposa volviera a volar unos instantes, justo lo necesario para aterrizar en las hojas que le sirvieran de hogar. Suavemente acomodé el ala en la mancha que marcaba su silueta y, con mucho cuidado de no volverla a molestar, cerré el libro y lo coloqué justo como estaba. Me levanté de la banca, di un último vistazo al libro y caminé de regreso a casa, rezando una pequeña oración por la mariposa que perdió su ala.
Ramón López Morales
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