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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Bástian, Siempre seremos amigos - cap 05, parte 02



Ilustración de Alejandro Bernal

El lunes por la mañana, al llegar a la escuela, me encontré con
un Sergio muy entusiasmado, quien paró mi camino de golpe.
—¡Lo hice! ¡Lo hice!
Me gritaba mientras me agitaba violentamente, haciéndome tambalear. Su sonrisa, de oreja a oreja, denotaba una expresión de gusto como nunca le había visto antes.
—¿Qué hiciste, a qué te refieres? —Pregunté quitándome sus manos de encima, algo molesto por el brusco encontronazo.
—Tú nunca creíste en mí pero, como te lo aseguré, mi deseo se cumplió.
—¿Qué se cumplió?
—Mi más grande deseo.
—¿Perdiste la virginidad? —Cuestioné algo incrédulo.
—No, eso aún no. Se cumplió mi otro más grande deseo.
—Te sacaste la lotería —comenté sarcástico.
—No inventes tarugadas, esto es serio.
—Serio, serio, pero bien que casi me golpeaste cuando llegué.
En ese momento nuestra conversación fue interrumpida por el maestro en turno, quien se aprestaba a entrar al salón para co-menzar con sus clases.
—Chanclas, mejor al rato te cuento bien, sólo te adelanto que se me hizo con Itzel —aseguró.
—¡Qué? —Grité incrédulo mientras jalaba a Sergio impidién-dole entrar al aula de clases—. ¿A qué te refieres? ¡Explícate!
—Tú tranquilo, al rato te digo.
—No, me vas a decir todo, ahorita mismo.
—Jóvenes, ¿van a entrar a clases o no? —Preguntó enérgico nuestro profesor.
—Sí, maestro, ya vamos —asentí.
Y sin más decir, ambos ingresamos al salón.
En el transcurso de las clases no dejaba de divagar acerca de lo que Sergio había comentado y para colmo, en los descansos entre clases, él no hablaba claro; se limitaba a asegurarme que su sueño se había vuelto realidad y todo esto lo decía con una expresión cursi por lo que, en ocasiones, me daban ganas de darle un par de cachetadas para que dejara de comportarse tan meloso.
Volteé varias veces hacia donde se encontraba Itzel para tratar de adivinar si las palabras de mi amigo eran ciertas; ella no mostraba alguna emoción diferente, de hecho, ni siquiera parecía voltear a ver a Sergei.
Por fin llegó el receso y yo le cerré el paso a Sergio, impidién-dole la salida.
—Ahora sí me vas a decir qué te traes con Itzel —ordené mientras acercaba una butaca a su lugar.
—Pues sí, ya te dije: ya se me hizo con ella.
—Si eso fuera cierto ahorita estaría ella esperándote para salir los dos juntos al receso y yo no la veo por ningún lado —Volteé a ambos lados aparentado buscarla.
 —Es que le estoy dando chance de que se acostumbre a su nueva vida conmigo.
—¡Ya estuvo bien! ¡Me vas a contar lo que te pasó, sí o no? —Sentencié.
—Bueno, bueno, pero no te sulfures —me palmeó la espalda— . Lo que pasó fue que ayer, después de que tú y yo nos separamos para cada quien tomar rumbo a su hogar, la vi y coincidió que su casa queda de camino a la mía. Mientras la seguía discretamente, a ella se le cayó un cuaderno que traía entre los brazos y yo me adelanté y lo recogí. Cuando se lo entregué, ella me dijo: “Gracias, Sergio”.
Él se quedó callado por varios segundos con una luz de esperanza en los ojos.
—¡No mames! Tanto escándalo que hiciste y sólo para que ella te diera las gracias.
—Cálmate. En primera, ella sabe mi nombre; en segunda, no fue lo único que me dijo y en tercera, ya no me interrumpas —me señaló con el índice.
—ʼTa bueno pues. Síguele, qué pasó después.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Hoy y siempre amigos. Cap. 01 (fragmento).



En fin, cosas tristes que da la vida. Y qué decir de la escuela… ¡Uff! Para ser francos tenía sus cosas buenas: la hora del recreo, la hora de la salida y las vacaciones, aunque éstas también tenían sus desventajas: el recreo se acababa, saliendo de la escuela nos dejaban hacer tarea y las vacaciones se terminaban. Por eso hay tantos chicos que crecen resentidos con la sociedad.
Pero hablando de vacaciones, recuerdo unas muy particu-lares. Fue cuando salí del primer grado para entrar al segundo…, o del segundo al tercero, no me acuerdo muy bien, de lo que sí me acuerdo fue que todo lo comencé a planear por accidente, aunque puedo decir que se fue dando casi de manera provi-dencial. Ni en mis mejores sueños logré imaginar algo así, bueno, en mis sueños siempre hacía cosas mucho más increíbles y espeluznantes. Pero en la realidad, si algo salía mal… ¡Nah! ¿Qué podría salir mal? Que al cabo todo el tiempo, ayer hoy y mañana, si algo no salía como debiera, siempre se le podía echar la culpa al hermano menor.
Decía entonces que todo sucedió una cierta tarde de un incierto día cuando mamá comenzó a depurar los medicamentos caducos del botiquín y yo, con mi amable sonrisa y mis ojitos pispiretos, me ofrecí a deshacerme de esas fuentes de… de… pues de medicinas echadas a perder.
—¡Mamá, mamá! ¿Qué haces mamá? —pregunté emocionado.
—Estoy separando los medicamentos que ya caducaron.
—¿Y eso qué es, mamá?
—Eso significa que ya no sirven, que perdieron su capacidad de aliviar a la gente, o que pueden provocar reacciones adversas o dañinas. ¿Ves estos números en la tapa? —Señaló una serie escrita bajo relieve—. Es la fecha que debemos considerar para ya no usarlos.
—¿Y qué vas a hacer con ellos, mamá? —pregunté agitado.
—Bueno, después de separarlos creo que los llevaré a la clínica para que dispongan de ellos adecuadamente.
—¿O sea que los vas a tirar?
—O sea que los llevaré a la clínica para que dispongan de ellos adecuadamente.
—¿Y qué pasaría si tomáramos las medicinas así? —sentí cómo mis ojos echaban chispas cada vez que miraba aquella bolsa que se estaba llenando con las cajitas multicolor.
—No sé, quizás algo malo —ella me miró, abrió los ojos grandototes y me dijo con voz gruesa y jugueteando con las manos—, podrías convertirte en un monstruo. ¡Gruaaaarrrr!
Lancé un agudo grito y salí corriendo hacia el patio per-seguido por ella, y mientras era capturado entre risas y gruñidos y llevado trabajosamente al interior de la casa, una idea comenzó a materializarse en mi cerebrito: haría algunos experimentos con aquellas pastillas y capsulas. ¡Dios, así debieron sentirse los grandes genios cuando tuvieron la idea de inventar algo increíble! ¿Sus mamás también habrían ayudado un poco? No sé. Pero cuando sea famoso diré en la entrega de los premios “nobles”:
—… y también agradezco a mi madre, sin ella, yo no estaría aquí frente a ustedes, miles de personas que no ganaron, y tampoco frente a ustedes a través de la televisión, millones de personas que tampoco ganaron. Así que ya no se contengan más, dejen de llorar y gritar mi nombre… y adórenme.
Mientras mi mamá me depositaba con ligera suavidad en el sofá, entendí que mi destino era la grandeza… ok, ok, eso ya lo sabía, nada más me faltaba encontrar la manera de llegar ahí, y ahora la tenía: haría grandes descubrimientos en la medicina y la salud para que mucha gente se aliviara de un montón de enfermedades, y así puedan tener la oportunidad de decir al verme pasar: mira, hijo de mis entrañas, ese niño es Sergio, el más grande investigador de todos los tiempos. Gracias a él yo sigo aquí y gracias a él tú padre está vivo… gracias a él. Todo gracias a él. ¡Oh, mira! ¡Me ha visto, me ha visto! ¡Señor Sergio, es usted el mejor, el más increíble, el más inteligente y apuesto!
—Ya, señora, trankis, trankis. Deje de reverenciarme, con que me conociera es suficiente emoción para usted, ya no se preocupe y mejor vaya a traerme algunos video juegos para que no se sienta tan mal por haberme conocido y no darme nada.
—Sí, mi Señor; lo que usted diga, Señor; lo que usted mande y ordene, señor.
“Y luego se va hasta su casa sin parar de hacerme reveren-cias. Y todo gracias a que yo descubrí la cura a su enfermedad. ¡Qué buena persona soy, casi me dan ganas de llorar!”.
Pero para lograr mi noble objetivo, necesitaba primero planear todo con tranquilidad y objetividad, no podía lanzarme al abismo sin estar bien preparado.

Esa noche casi duré 10 minutos sin dormir, concibiendo lo que necesitaría: primero, obvio, las medicinas. Vi cuando mamá las puso arriba del refrigerador, sólo era cosa de subirme a una silla, abrir la bolsa, luego las cajas, sustraer una tira de medicamentos de cada una, volverlos a cerrar y dejar la bolsa como si nada hubiera pasado. También ocupaba sacar uno o dos de los frascos goteros, ahí podría haber problema si mi mamá se da cuenta de que faltan, pero es un riesgo que tendría que tomar; la ciencia era arriesgada, yo era arriesgado… había equilibrio en el mundo. Pero me faltaba algo… algo que me estaba moles-tando un poco pero aun no tenía idea de qué era, así que mejor me dormí.


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miércoles, 13 de noviembre de 2013